domingo, 2 de diciembre de 2007

JOJO!

El dolor de cabeza fue insoportable desde hace 3 años, y aunque los doctores le dieron medicamentos para su cirrosis, las jaquecas no cedían ni un paso y la medicina alternativa dejó de ser opción cuando se entero que los ‘chochos’ contenían alcohol.

La situación empeoraba durante las noches, cuando el hijo de sus vecinos que cursaba taller de carpintería en la secundaria se dedicaba a hacer sus tareas en la terraza, situada justo arriba de la única ventana que había en su departamento de 36mts2 y baño compartido. Los martilleos sonaban dentro de su cabeza, repetidamente, de manera ininterrumpida, y vibraban en los vidrios que cubrían los diplomas colgados en la pared, cosa que lo ponía al borde de la locura.

De manera que cuando tocaron a su puerta dos chicos (uno moreno y uno blanco) limpios y bien vestidos, ofreciéndole folletos, libritos y la solución a todos sus problemas, él se levanto esa misma noche con una oportuna fe y pidió ayuda, dando gritos al cielo desde la ventana.

-Sólo por esta navidad, Piedad!-

Pero la única respuesta que obtenía de lo alto, era la de un perro chihuahua que contribuya con titánicos decibeles al ruido enloquecedor.

El invierno traía consigo, melancolía, frío y villancicos de voces chillonas en la calle, nada parecía mejorar, los dos últimos días eran aun más fríos y aun más solitarios para el abstemio obligado, que no podía pararse en ninguna fiesta sin que mil demonios vestidos de personas bienintencionadas le ofrecieran miles de ‘ándale nomás una’ y que ante sus negativas le adjudicaran calificativos como malasangre y aguafiestas, para alejarse después viéndole de reojo.

El peor infierno del abstemio no es la licorería, es la temporada Navideña, no puedes circular por la llamada sociedad sin que todo mundo pretenda llevarse el honor de ser quien te hizo caer -dijo frustrado-

Pero el arbolito no le respondía nada, solo seguía ahí, prendiendo sus lucecitas amarillas, rojas, verdes y azules…no las azules no prenden, y entonces se levanta a moverlas para ver que pasa

-estos artículos madeinchina!
Luego de sacudir la serie, las luces azules se encienden, pero también se enciende una melodía conocida que todo mundo canta para pedir posada y como llamados por la desentonada musiquita, comienzan a desfilar por su puerta montones de peregrinos pidiéndole posada, dulces, o un poquito de ponche para calentar la panza.

Y aumenta el martilleo del vecino, y los ladridos del chihuahua maldito, y ‘en el nombre del cielo yo os pido posada ¡y el timbre de la puerta¡

Entonces corre al baño, y del botiquín saca con desesperación el frasco donde tiene los últimos calmantes, los que no tiró aunque el medico se los tiene prohibidos, y sin verse al espejo –para no sentir remordimientos- se tomas las dos pastillas completas con agua de la llave. Suspira y se repite mientras se dispone a acostarse que es la última vez que lo hace.

El ventilador del techo no esta prendido, sin embargo da vueltas, la música del arbolito de navidad es más lejana, y los martilleos de arriba cesaron del todo, su parpadeo enlentece y la respiración se ha relajado, dentro de su cabeza sin embrago sigue escuchando voces y risas que vienen de su cabeza, y suenan muy parecido a las de la última fiesta a la que fue, tonos de mujeres y de hombres que van desde murmullos hasta carcajadas histéricas

-abrenos! Abrenos!
-Jaja!
-Danos posada, No seas así!
-Jo Jo Jo!
-Feliz Navidad!
-Jo Jo Jo!

Al levantarse, los pies desnudos hicieron ruido en el suelo de madera, y las manos alcanzaron la escopeta sin prender la luz, por que estaba ahí, a un lado de la cabecera, esperando que un día los martilleos lo animaran a disparar (cosa que nunca paso). Pero esta vez seria diferente, alguien entró por su ventana, está seguro que caminó a la sala, así que levanta el arma a la altura de su cara y apunta al señor de rojo, dando certero tiro en el pecho, que lo deja entre el piso y el costal blanco que cargaba, luego caminó hacia el arbolito (apenas tres pasos) y vio a ese gordo infame escupiendo sangre sobre sus barbas blancas. -que asco!-

Y dio otro tiro, esta vez en la cabeza, no permitiría que se saliera con la suya.

Se fue a su cama, se recostó, y se dio cuenta que había algo extraño ¿Qué era? Silencio! Dentro y fuera de su cabeza, no se escuchaba ni gente, ni vehículos, ni voces; Se tapo con la cobija hasta el cuello y por primera vez en tres años sonrió. No le dolía la cabeza y durmió como un bebe. A la mañana siguiente no lo despertó el sol en su cara, sino los berridos desconsolados que venían de la calle, la curiosidad lo hizo asomar medio cuerpo por la ventana, y ahí estaban decenas de niños en la calle llorando inconsolables en las banquetas, de todas las edades, de todas las clases, lo único que había en común, es que ninguno de ellos tenía juguetes.



1 comentario:

Dolores Garibay dijo...
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Ironía, sarcasmo, humor negro, sexo, amor y desamor, cine, libros, música, mujeres, locura, amargura y cosas peores