sábado, 12 de julio de 2008

Por que soy hedonista?

Vivir para sentir placer es cosa fácil para un idiota. Y no tengo problema con lo primero ni con lo segundo.

De hecho, creo que soy hedonista por que soy sumamente idiota, mi placer bien podría nacer de viajar esta noche a Florencia y caminar a media luz en alguna callejuela. O de escuchar un tango en Buenos Aires, o de tener a un ciego sobándome la espalda con aceite de jengibre, o de estar flotando en algún lago a temperatura agradable sin más sonido que el agua en mi cara. (Hay mil ejemplos pero mi punto se entiende)

No obstante-como soy idiota- mi placer puede nacer -y lo hace- de ver el color del jugo de manzana en mi desayuno, de toparme con yerbitas que crecen en la banqueta cuarteada, de ver como crece la luna hasta que se llena, de leer una poesía o escuchar Bach. Aquí las personas inteligentes me dirán: Pero ¿donde esta lo idiota de eso? yo también disfruto a Bach, la luna y hasta la poesía.

Ok, eso lo entiendo, pero difícilmente alguien llorara cada que escuche Bach, contará los días para ver la luna, le tomará fotos a las yerbas malas de la banqueta, se le pondrá la piel chinita con la poesía, y agarrara a besos el libro cuando encuentra algo digno de subrayar.

 

Ah verdad?

Hace unos meses vino a México cierto músico que admiro, yo estaba feliz de poder ir a verlo, y durante su presentación yo estaba al borde de las lagrimas-miento- estaba derramándolas francamente, mi cuerpo era liviano, volaba entre la música, podía ver las notas en el aire...estaba extasiada y con una cara en mi sonrisa (si, una cara en..) Volteo a ver a mi acompañante a la derecha....caí en seco al mundo inteligente. Aquello era un espectáculo muy diferente a mi espectáculo personal, y tristemente no era así de bueno como el mío, pero era el real.

No tengo duda, nunca la he tenido, hace algunos años se lo dije a Enrique: ''siento que soy down'' (sin ningún afán de ofender, hablo solo de la forma en que gozan las cosas), Y claro que él tan caballero dijo algo amable, pero inexacto. (no eres estúpida, sólo un poco romántica)

Hoy quiero compartir también este texto del maestro Cortazar....con el cual siento que el universo me ha hecho justicia.

Besos babosos
A
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Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la idiotez me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el idiota quien lo expone.
Puede que la palabra idiota sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como tonto, lelo o retardado y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo. Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo en el teatro, yo voy al teatro con mi mujer y algún amigo, hay un espectáculo de mimos checos o de bailarines tailandeses y es seguro que apenas empiece la función voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o los gestos o las danzas me llegan como visiones sobrenaturales, aplaudo hasta romperme las manos y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de ir esa noche al teatro o al cine o a una exposición de cuadros, a cualquier sitio donde gentes extraordinarias están haciendo o mostrando cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo.

Y así estoy deslumbrado y tan contento que cuando llega el intervalo me levanto entusiasmado y sigo aplaudiendo a los actores, y le digo a mi mujer que los mimos checos son una maravilla y que la escena en que el pescador echa el anzuelo y se ve avanzar un pez fosforecente a media altura es absolutamente inaudita. Mi mujer también se ha divertido y ha aplaudido, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión y sus aplausos no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también se ha divertido y ha aplaudido pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que el espectáculo es bonito y que los actores no son malos, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas. Cuando mi mujer o mi amigo dicen eso --lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad-- yo comprendo que soy idiota, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo maravilla algo que pasa, de modo que la caída repentina en la idiotez le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es mas que corcho. Me gustaría defender a los mimos checos o a los bailarines tailandeses, porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabras inteligentes y sensatas de mis amigos o de mi mujer me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco). Y jamás se me ocurriría discutir con mi mujer o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho muy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine. De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas imágenes del pez fosforescente que flotaba en mitad del escenario, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la mediocridad de lo que he visto y que sólo me ha entusiasmado porque acepto cualquier cosa que tenga colores y formas un poco diferentes. Recaigo en la conciencia de que soy idiota, de que cualquier cosa basta para alegrarme de la cuadriculada vida, y entonces el recuerdo de lo que he amado y gozado esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros idiotas que han estado pescando o bailando mal, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tantos los idiotas que esa noche se han dado cita en esa sala para bailar y pescar y aplaudir. Lo peor es que a los dos días abro el diario y leo la crítica del espectáculo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras con o que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi mujer o mis amigos. Ahora estoy seguro de que no ser idiota es una de las cosas más importantes para la vida de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pato que nadaba en uno de los lagos del Bois de Boulogne, y era de una hermosura tan maravillosa que no pude menos que ponerme en cuclillas junto al lago y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su hermosura, la alegría petulante de sus ojos, esa doble línea delicada que corta su pecho en el agua del lago y que se va abriendo hasta perderse en la distancia. Mi entusiasmo no nace solamente del pato, es algo que el pato cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de jamón, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más. Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den King Lear? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente idiota, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del Bois de Boulogne para ver mejor el pato, eso no me impedirá esa misma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como canta Fischer Dieskau. Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta "L'année dernière à Marienbad", ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre.

11 comentarios:

Vidita dijo...

uta ma... ora resulta que yo tambien son una babosa...o ingenua o pa que se oiga menos feo ROMANTICA...

coinsido en muchos de tus placeres, placeres sencillos de la vida y muchos me han dicho que soy una CURSI, sin embargo como tú, muchas veces no encuadro en la vida inteligente de este planeta, supongo que por eso me siento tan a gusto rodeada de niños o bebés, o de los animales y mis plantas porque ellos me entienden y no me juzgan, solo al igual que yo AMAN y SIENTEN.

Besotes

Anónimo dijo...

Bienvenida a mi mundo :D
creo que cada persona tiene su cierto grado de hedonismo.
saludos.

JB.

Sandra Strikovsky (Strika) dijo...

Pero más que hedonismo, yo lo llamaría intensidad. Esa forma que algunos tenemos de disfrutar las cosas a tope. Pero, así como gozamos, también podemos sufrir profundamente. Y en el hedonismo, cuya meta es la búsqueda del placer como fin supremo de la vida, no hay cabida para el dolor. Perdona por el choro, pero es que el hedonismo tiene ciertas connotaciones negativas que pueden rayar en lo superficial y, por lo que te conozco a través de tu blog, sé que eres una mujer muy sensible que disfruta al máximo cada instante de la vida (todo lo contrario a la superficialidad).
Besos intensos.
Strika

La Guera Rodríguez dijo...

Coincido con Strika...me defino INTENSA, en todas y cada una de las emociones..creo que de eso se trata la vida no? de vivirla intensamente!!
vaya...como voy aprendiendo cosas en tu blog...es un placer venir por aqui.

Besos intensos!!

Bar dijo...

No pues yo tambien soy reidiota.

Pero no conozco otra manera de ver el mundo, desde pequeño me idiotizaba con Nadia Comaneci, ¿qué se le va a hacer?.

Más besos babosos

A dijo...

pues a gozar.

Besos divertidos
A.

Luna llena dijo...

Creo que no eres idiota eres....diferente.

Yo soy diferente, y me encanta.


Besitos!

arcgabriel dijo...

Siempre es grato leer algo de don Julio. Vaya ques usted, es romatica, una irremediable romantica, dirìa yo.

SALUDOS.

Enrique dijo...

Lo dije y lo repito.
Eres una romántica. Y eres afortunada por ello.
Por cierto, excelente el libro que estás leyendo. El Amante dejó honda huella en mí como pocos libros.
Me enamoré de Marguerite Duras.

Koalbiter dijo...

Me ha tocado sentirme como idiota, o impresionarme por alguna cosa ridicula, ya visto con el ojo de la inteligencia, pero hay algunas veces que es mejor desconectar tu cerebro y disfrutar del espectaculo... me gustó tu post y la lectura de Cortazar.

Saludos,
Hugo

Anónimo dijo...

y me acuerdo de mi Principito, de su zorro y de su rosa, y me acuerdo mucho de ese principito hecho de lana cruda que me regaló mi esposa recientemente en valle de bravo, ese principito que uno lo mira y se ve borroso, como visto a través de una tormenta en el desierto o en algún sueño. pequeñas cosas, como todas esas que guardo como mis ilusiones en una cajita azul encima del tocador. wow, definitivamente me entero que soy un idiota feliz. gracias

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