jueves, 16 de octubre de 2008
Laberintos...
Ése laberinto, primero griego, después manierista y ahora completamente rizomático. Desde siempre he evitado el centro, aunque en sueños lo he vislumbrado. El hilo de Ariadna resbaló entre mis dedos con una facilidad pasmosa. Entre mis manos ensangrentadas podía leer los signos del abandono. Mi recuerdo derivó hacia mudas caricias, gemidos, suspiros ahogados, lágrimas ardientes. La voz que reverberaba entre las paredes con infinitas oquedades me hizo estremecer: ¿Te creías Teseo, no? Tendré que enfrentarme sola... como de costumbre.
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3 comentarios:
Siempre me han gustado los textos que emulan la odisea y la ileada, este me garada igual.
Saludos a deshora
Amorexia:
Quizá el hecho de haber tenido contacto con la mitología griega como primera "fuente de relatos fantásticos" me haya marcado. En lo personal, Teseo y el minotauro son de los arquetipos más profundos que conservo de mi infancia.
Qué bien que te haya gustado.
Auf wiedersehen.
Laberinto
No habrá nunca una puerta. Estás dentro y el alcázar abarca el universo y no tiene ni anverso ni reverso ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin. Es de hierro tu destino como tu juez. No aguardes la embestida del toro que es un hombre y cuya extraña forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera en el negro crepúsculo la fiera.
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