martes, 16 de octubre de 2007

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La muerte de su primera madre, no fue originada por Nekane, sino por la nodriza, pero fue igual de dramática, halláronla al pie de la cuna con el pelo sobre una charca de sangre, degollada, enrollada sobre si misma y con una daga en la mano. Pero el propósito de Ega no era el asesinato, si bien nunca fue una dama blanca, su predilección a la maldad era circunstancial, así como su deseo de perpetuar la magia en alguien poderoso era mayor que cualquier precepto moral. Consiguió fácilmente la confianza de la niña y acarició muchos anhelos que serían realidad cuando Nekane su hija espiritual alcanzara finalmente la madurez.

El primer conflicto entre Nekane y Ega se dio cuando la nodriza vio a la niña hablando con su espíritu Guía

-¿Qué haces?

-hablo con el árbol

Ega sintió rabia por la traición del espíritu, tenían un pacto, y ella debía ser la primera en enterarse del surgimiento de su magia.

El rostro de Nekane recibió una bofetada violenta y al regresar la mirada a Ega, no encontró en sus ojos ningún servilismo o humildad; Vio por primera vez en sus 10 años a alguien ejerciendo verdadera autoridad, se sintió confundida pero se atrevió a retarla.

-Murmuraré a los árboles contra ti

-Atrévete y sabrás de lo que soy capaz- dijo Ega mostrándole un puño.

Nekane vio como el montón de lodo que había en la mano de la nodriza se escurría en forma de sanguijuelas

¿Cómo lo haces? -pregunto Nekane-

Yo soy señora –alardeó- del agua, el fuego, la tierra, el aire y el espíritu del ser humano.

Nekane no sintió miedo, solo curiosidad, ambición quizá, y decidió que tenía que aprenderle mucho a esa mujer, y que así lo haría sin lugar a dudas.

No pudo haber mejor alumna que Nekane, era disciplinada, astuta, ambiciosa y amoral, nunca mostró asco o temor al aprender de Ega, tampoco conocía la compasión cuando experimentaba por su cuenta en los caminos poco transitados, y con la crueldad de un gato, podía prolongar por horas sus juegos con los animales que elegía por presa. Aprendió rápidamente de Ega que no debía comer nada que hubiera tocado con su magia, a menos que comerlo, fuera en si parte de un ritual, y con la misma habilidad que cazó antes para devorar carne cruda, cazó esta vez para experimentar con la conducta de sus presas, y también con su dolor.

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