martes, 16 de octubre de 2007

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EL borde de la cama de Ega estaba cubierta por la piel teñida que había sido parte del ritual de bautizo de Nekane, las paredes que la rodeaban exhibían dibujos difusos de rostros que parecían humanos, eran familia espiritual de Ega, y también sus guardianes de sueño, éstos seres le advirtieron que la niña estaba al pie de su puerta, más Ega no hizo nada al respecto, solo esperó.

Cuando Nekane traspasó la puerta, puso en una mesa el candelero, y vio el contorno oscuro del sauce reflejado en la pared, donde debía estar su sombra, esto le dio valor para subir a la cama y estirar su mano hasta mover los cabellos de Ega, ásperos, negros, que le cubrían medio rostro; Ega volteo la cara para encontrarse con la niña, pero vió algo diferente, ahí sobre su cama, presenció en un segundo la trayectoria de siglos del alma de la niña, su primer vida fue un hombre pequeño con el cuerpo cubierto de pelo, que gruño antes de cambiar a una serpiente, después una mujer ciega vestida de negro, y luego ave, después un niño, y entonces un sacerdote, que vino a ser la hiena que se volvió Nekane

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